lunes, 30 de enero de 2012

¿QUÉ TINTEROS ANTIGUOS NO ERAN UTILITARIOS, Y POR QUÉ?

Tintero neo-rococó del s. XIX con salvadera y reloj desmontable

Muchos tinteros del s. XIX fueron hechos con una inspiración decorativa. El estilo ecléctico dio lugar a fantasías de formas en las que aparecen trazas de clasicismo, renacimiento y rococó.
La causa de que los tinteros pasaran de una presencia austera y sencillamente útil, como ocurrió en la antigüedad, a los acentos decorativos mencionados, podemos atribuirla a la difusión del ejercicio de la escritura, que dejó de ser especialización de profesionales (escribanos, pendolistas, copistas), y se extiendió al conjunto de la sociedad. Así, aquella antigua herramienta, el tintero,  pasó a estar presente en los hogares, y recibió el tratamiento decorativo de cualquiera de los enseres, como vajillas, lámparas, etc.
Lo innovador y verdaderamente propio de aquella etapa, el siglo XIX, fue el estilo modernista, con el que se crearon diseños de tinteros menos historiados y en general más elegantes.
 

TINTEROS UTILITARIOS


Tintero de loza. España, s.XVIII. Colección Ángel Alcázar 

El tintero ha sido desde antiguo un instrumento de trabajo sin otra pretensión que la de resultar práctico. En el artículo precedente comento la súbita derivación que tuvo, sobre todo en el s. XIX, como objeto decorativo, llegando a significar un detalle de lujo y ostentación en las casas, y comento las razones para que así ocurriera. Al margen de aquella tendencia, las escribanías y tinteros recuperaron en el s. XX, toda la seriedad que les acompañó en tiempos antiguos. Los tinteros prácticos y austeros proliferaron  gracias al desarrollo del comercio y las comunicaciones. Jamás hubo tantos tinteros en el mundo como en el s. XX, ni volverá a haberlos. La industria encontró en la baquelita y la ebonita unos materiales perfectos para fabricarlos, con diseños simplificados gracias a la estética art déco reinante. El bajo precio, la ligereza de peso, la inalterabilidad de aquellos materiales lavables, se hicieron con el mercado europeo y americano, que veía llegar una floreciente primavera de oficinas.
La fabricación a base de moldes permitió aplicar ingenios de tapas deslizables y compartimentos para las plumillas y los mangos. Todo podía ser perfectamente acoplados y ajustado, con un mínimo de mano de obra y una inventiva a pleno rendimiento. El concepto del diseño aparecido en las tendencias modernistas del s. XIX, tuvo su consolidación, aunque con líneas bien distintas, en el art déco del XX, tan propicio para la fabricación  industrial.
Tintero de baquelita. España, s. XX. Colección Ángel Alcázar